A working class hero is something to be
If you want to be a hero well just follow me
Cogemos prestado el título de una canción del desaparecido John Lennon para bautizar a un tipo de jugador alejado del glamour de las estrellas de la NBA, sin su talento innato y que ha tenido que superar mil y una trabas para poder consolidarse en la liga y labrarse una carrera de prestigio en la mejor liga del mundo. Son el orgullo de la clase trabajadora.
Actualmente el paradigma de ese perfil de jugador es Reggie Evans. A sus 32 años y tras 11 temporadas en la NBA, Evans vive su momento más dulce en la liga, siendo un jugador muy valorado y especialmente querido por los seguidores de Brooklyn Nets. A pesar de no ser drafteado, su garra, capacidad reboteadora y sacrificio en beneficio del equipo le hizo ganarse un sitio en la NBA. Empezó su andadura profesional en los Sonics, para pasar posteriormente por Nuggets, 76ers, Raptors, Clippers y finalmente Nets. Evans conoce cuales son sus (muchas) limitaciones y es capaz de disputar 30 minutos sin ni siquiera mirar al aro. Lo suyo es pegarse en defensa, repartir leña y, sobre todo, rebotear. Esta temporada ha demostrado poder ser titular en un equipo ganador, promediando nada menos que 11.1 rebotes por choque y superando la veintena de rechaces hasta en 8 ocasiones durante la regular season.
Reggie Evans ha recogido el testigo como héroe de la clase trabajadora de otro enorme profesional que salió prácticamente de la nada para llegar a ser All Star, a pesar de limitado talento para el juego. Nos referimos al recientemente retirado Ben Wallace (1996-2012). Big Ben se formó en una universidad menor, como Virginia Union (NCAA II), no fue drafteado, tuvo que emigrar a Italia (Reggio Calabria), hasta que se ganó un contrato por menos de un cuarto de millón de dólares con los Bullets en 1998. A fuerza de tesón y toneladas de trabajo se fue haciendo un lugar en la NBA. Su llegada a los Pistons fue providencial. Con los de Detroit llegaría su explosión como estrella alternativa de la NBA. Sus tapones, sus rebotes, sus peinados imposibles, puro carisma pese a sus claras deficiencias como jugador, sobremanera, cuando de mirar al aro se trataba. Ganó un anillo con los Pistons (2004), además de ser 4 veces All Star (2003-06), en otras tantas ocasiones mejor jugador defensivo de la NBA (2002, 2003, 2005 y 2006), 3 veces elegido en el 2º mejor quinteto de la competición (2003, 2004 y 2006) y en otras dos en el 3º (2002 y 2005). Un jugado que pasará a la historia como uno de los más feroces competidores de toda la liga. Ben Wallace, a su vez, puede considerarse el heredero de otro jugador inolvidable, el excéntrico Dennis Rodman (1986-2002), casi salido de la nada y que llegó a ser Hall of Famer a base de rebotes, defensa e intensidad. El personaje acabó con el jugador, pero esto no nos debe hacer olvidar el enorme mérito que tuvo la carrera de El Gusano.
En la historia reciente de la liga, encontramos no pocos ejemplos de jugadores de este perfil, que se ganaron el corazón del aficionado, la confianza de sus técnicos y el aprecio de sus compañeros a base de coraje y trabajo incansable. Muchos de ellos cumplen con las características de Evans y Wallace: interiores de escasa estatura pero trabajadores como pocos y con una energía inagotable.
Se me vienen a la cabeza nombres como los de Larry Smith (1980-93), un reboteador infatigable que destacó en los Warriors y que ya con la treintena superada de largo tuvo unas semanas superlativas con los Rockets en la campaña 1990-91, durante la convalecencia por lesión de Hakeem Olajuwon. Entre los meses de enero y marzo de 1991, Larry Smith llegaría a recoger más de 20 rebotes en nada menos que 9 encuentros… mientras que con dificultades superó unas pocas veces los dobles dígitos en puntos anotados. Otro nombre que nos retrotrae a la década de los 80 es el de Michael Cage (1984-2000), aquel jugador de cuidadísima permanente con su buena dosis de laca, al que no se le movía un pelo mientras repartía estopa y sumaba rebote tras rebote. Lideró la clasificación de rebotes en la NBA en la temporada 1987-88 tras sumar nada menos que ¡114! rechaces en los últimos 5 partidos de liga regular (22.8 por encuentro). Precisamente en aquella temporada su rival en la tabla reboteadora fue otro clásico, nada menos que Charles Oakley (1985-2004), un jugador incapaz de saltar por encima de un listín telefónico pero que a dureza nadie le ganaba. Kurt Rambis (1981-95) es otro paradigma de "currela" que se hizo con un nombre como el hombre del trabajo sucio en los glamurosos Lakers de los 80. Con sus inconfundibles gafas de pasta, se sacrificaba por el equipo para que otros se lucieran.
Michael Cage, un clásico de los tableros:
Larry Smith, máquina reboteadora:
Ya en la década de los 90, un jugador que se ganó la fama por su carácter indomable dentro de la cancha a pesar de su talento justito fue Jerome Williams (1996-2005), conocido como JunkYard Dog, bautizado así por el gran Charles Barkley. Un vendaval en pista, que aportaba una intensidad sobrenatural a su juego. En esa misma época, un jugador que se labró su carrera a base de esfuerzo fue Anthony Mason (1989-2003), que tuvo que pasar por Turquía, Venezuela, la CBA y la USBL (estuvo incluso en un tris de firmar por el Caja Bilbao a finales de los 80) antes de poder encontrar un hueco en la NBA…. llegando incluso a ser All Star en 2001.
Jerome Williams, en acción.
¿Y recuerdan los lectores aquel limitadísimo jugador que disputó unos pocos partidos con Estudiantes, procedente del filial de EBA, allá por 1993 que respondía al nombre de Bo Outlaw (1993-2008)? Nadie hubiera apostado nada por su carrera NBA, pero allá que destacó como especialista en defensa, rebotes y tapones por casi tres lustros. De ese mismo perfil, un Michael Ruffin (1999-2009) que se ganó el corazón de los aficionados de Lleida con su enorme esfuerzo, se labró una carrera NBA a base de rebotes, tapones y mucho sudor. Otro ex ACB como Darvin Ham (1996-20005) no andaba muy sobrado de talento, pero se ganaba a pulso cada dolar que ganó en la mejor liga del mundo.
Llegó a disputar las finales de la NBA como pívot titular de los Sonics en 1996 un limitadísimo, pero trabajador e intenso pívot que respondía al nombre de Ervin Johnson (1993-2006). Más cercano en el tiempo, el mejicano Eduarno Najera (2000-12) contó con muchos minutos en la liga a base de trabajo, trabajo y más trabajo. También nos ponemos de pie para aplaudir el pundonor de Chuck Hayes (2005-…), un jugador que sin alcanzar los dos metros de estatura y con pocos recursos, es capaz de pegarse con su padre en la pintura. O todo un campeón de la NBA con los Spurs como Malik Rose (1996-2009), muy estimado por su garra y trabajo sucio en favor del equipo.
Bo Outlaw, del filial de Estudiantes, a la NBA:
Aunque la gran mayoría de los jugadores que pueden entrar en este perfil de working class heroes son jugadores interiores que destacan/destacaban por su capacidad reboteadora y sus prestaciones defensivas, también podemos encontrar en posiciones exteriores auténticos trabajadores que se han ganado sus contratos y se han labrado una sólida carrera NBA a base de mucho esfuerzo. Jugadores como John Starks (1989-2002), Mario Ellie (1990-2001) o incluso Tony Allen (2004-…), que salieron prácticamente del anonimato baloncestístico para ser hombres de referencia en equipos ganadores. O especialistas defensivos como Bruce Bowen (1996-09) o Raja Bell (2000-12) e incluso Jud Buechler (1990-2002) en los Bulls. Bases cumplidores pero sin un ápice de creatividad como Kevin Ollie (1997-2010) o Anthony Johnson (1998-2010).