En los últimos años, en un tiempo indeterminado, relativamente reciente, entre los aficionados al baloncesto, particularmente a la NBA, especialmente veteranos, no ha habido mayor objeción, protesta o lamento más recurrente que la desaparición del pívot. Del cinco clásico, el hombre alto, del juego interior. Que tiene un punto de denuncia popular al estilo de la muerte del papel o del rock. Y en paralelo, te vienen a decir que esto es un concurso de triples, que todos los jugadores no hacen otra cosa. En consecuencia, se ha barrido del baloncesto al pívot clásico, el tradicional, el de pastar por los aledaños del aro.
A partir del adiós de Shaquille O’Neal en 2011 se reinicia una especie de fase de crisis en la nueva era. Una era en la que, de algún modo, estamos. Y aquí, en el artículo de hoy, podríamos empezar por la conclusión, y no por la premisa, y esa conclusión valdría para asegurar que el pívot no ha muerto, ni puede hacerlo, ni nominal ni operativamente. Cada vez que se denunciaba, a lo largo de la historia, la posible muerte del hombre alto (finales de los 70’ y comienzos de los 80’ con Wilt y Russell), ocurría que el hombre grande entraba en una especie de fase de hibernación para reformular con arreglo a los nuevos parámetros del juego que se podía hacer con ellos hasta un nuevo esplendor.
LA DEFENSA INTERIOR DE LOS CAVS
En líneas generales, los Cleveland Cavaliers son un equipo extraño. En el tratamiento hacia ellos no se los sabe ubicar muy bien. Hay equipos que despiertan inmediatamente una imagen, una fortaleza, una virtud en su estructura. Tú hablas de los Timberwolves o los Knicks y te viene a la cabeza su defensa, de los Celtics ese poder abrumador en el perímetro, y luego tienes equipos-jugador, que pueden ser grandes equipos, pero son, al fin y al cabo, equipos-jugador (Dallas, Philadelphia etc.). Los Cavaliers no despiertan una imagen inmediata, una asociación con algo definido, concreto, pues esta puede ser su mayor virtud.
iconsport_151415_0021.jpg

Evan Mobley y Jarrett Allen ante Denver Nuggets.
El lado oscuro de la pareja Garland-Mitchell se encuentra atrás, con dos jugadores de escaso tamaño y predisposición defensiva en una NBA que canibaliza cualquier ‘mismatch’. Sin embargo, Cleveland tiene herramientas para reducir en lo posible las grietas que sus focos anotadores dejen en el otro lado de la cancha. Y tienen nombres y apellidos: Jarrett Allen y Evan Mobley.
Defensivamente hablando, y para ejemplificar la importancia de estos dos en Cleveland, el plan de J.B. Bickerstaff permitió el curso pasado que los rivales finalizasen muchísimo en la zona (segundo mayor volumen de tiros permitidos a un metro del aro, un 29% del total), sabiendo la fortaleza de su pareja corrigiendo situaciones (la mejor defensa NBA en esas acciones, permitiendo por debajo del 63% al rival). Pero el nuevo escenario, con más vías de agua en el perímetro, exigía otro paso adelante del binomio formado por Mobley-Allen.
LA LESIÓN DE MOBLEY
En esencia, Mobley representa el arquetipo soñado para un interior moderno, pudiendo emparejarse con exteriores mucho más habilidosos a priori, así como con los de su propia posición. Durante los partidos de los Cavaliers, se observa constantemente a Mobley defendiendo alejado del aro y forzando malos lanzamientos, ya sea contestando a distancia o negando el acceso libre hacia el aro. El complemento entre ambos es perfecto.
Incluso cuando Mobley se ve superado en el perímetro, ahí está Allen para subsanar el error y proteger el aro como pocos en la NBA. Anotar en la pintura contra Cleveland conlleva una dificultad altísima (46.3% de acierto de los rivales, segundo mejor dato de la liga), incluso cuando se ataca el aro con explosión y agresividad.
Sin que nadie parezca tenerlo muy en cuenta, desde la lesión que tuvo apartado a Mobley durante 23 partidos, Jarrett Allen está desempeñando el mejor baloncesto de su vida. Es muy complicado reducir el impacto del pívot a simples números, pero ahí va. Esta temporada está registrando 16.2 puntos (62.6% en TC), 10.7 rebotes, 2.7 asistencias y 1.2 tapones.
El equipo de Ohio se disparó sin Mobley. Y lo hizo reorganizándose en torno a un interior de tipo clásico. Un receptor, un finalizador, un productor, un auténtico martillo por encima del aro y, sobre todo, un soberbio continuador de pick and roll. Es el quinto que más puntos genera por posesión (1.18), siendo el segundo con mejor dato de acierto de toda la liga (62.3%). En definitiva, un jugador que está entre los diez máximos reboteadores ofensivos (3.4) y en el top10 de jugadores que más machacan el aro. El éxito reciente de los Cavs se construye a partir de aquí.
EVOLUCIÓN CONSTANTE EN ALLEN
Un monstruo de 226 centímetros de envergadura. Este año está usando su tamaño, dominando a partir de su físico, algo que en antaño no hacía. No solo protege el aro, que es lo más obvio, sino que también altera líneas de pase, altera lanzamientos del rival…y cuando le toca salir al perímetro está cada vez más cómodo defendiendo a jugadores más pequeños (es el sexto jugador que más tiros ha punteado esta temporada con 598). A veces nos olvidamos que tiene tan solo 25 años. Y es que productos de esta naturaleza están en permanente evolución, no están ni mucho menos finiquitados. El salto cualitativo atrás es más que evidente.
iconsport_198051_0012.jpg

Jarrett Allen intentando taponar a Zion Williamson.
En la 2020-21, con Allen todavía en Brooklyn, los Cavaliers fueron la quinta peor defensa del curso. Un año después, ya con el pívot en sus filas, Cleveland ascendió hasta la quinta posición. El año pasado fueron la mejor defensa de la liga (109.9) y esta temporada están terceros (111.0), a pesar de la sensible baja de Mobley. Este dato creo que ejemplifica a la perfección el impacto de Allen en el equipo de Bickerstaff. Un ancla bajo los tableros.
MÁS HERRAMIENTAS OFENSIVAS
Con las ausencias de Mobley y Garland, el staff de Bickerstaff exigió a Allen asumir más responsabilidades en ataque. Y vaya si ha respondido. El pívot californiano está lanzando más de diez tiros por partido (10.5), lo que supone el volumen más alto de su carrera profesional. Tras el All Star, Allen está promediando 18.6 puntos y 11.2 rebotes. Además, se habla muy poco también de sus progresos en el playmaking, en la lectura de juego. Como pasador está en marcas de carrera (2.7 asistencias/partido, 34.8 pases/partido). Observarle jugar en poste medio y poste alto y ya no parece un extraño que no sabe qué hacer con el balón, sabe resolver. Como bloqueador, por cierto, es el quinto jugador que más ‘screen assists’ genera por partido (4.4).
Si hay un rasgo diferencial en los nuevos grandes es el pase. Nikola Jokic es el paradigma, pero más allá de la importancia del pase, es esa necesidad de ampliación en el volumen y en el rango de recursos de los grandes. Y uno de los mejores ejemplos en la actual NBA es el de Bam Adebayo. Un caso claro de ‘point center’, de eje distribuidor. Un jugador que dejó su año universitario con más pérdidas de balón que asistencias. Y ese es, precisamente, el siguiente paso para Jarrett. Y no solo crecer en el pase creativo, sino también en el ‘handoff’, acciones reactivas, poder poner el balón en el suelo con más fluidez…
EL 'BIG BALL' CONTRACULTURAL DE LOS CAVALIERS
Porque los Cavs son a falta de un mes para que finalice la competición la tercera mejor defensa de la NBA, con 111 puntos recibidos por 100 posesiones y una diferencia de 0.6 con el segundo (Boston Celtics). Y lo han hecho, como decíamos, sin su ala-pívot titular, Evan Mobley, que integró el mejor quinteto defensivo en 2023. El baloncesto que practican en el centro de Ohio es un homenaje a la conferencia Este, de barro, lucha y un ritmo muy lento. Dos claves para ello: forzar muchas pérdidas y cerrar el rebote defensivo (lideran la NBA en ‘box outs’, con 6.6), dejando a los rivales en un mísero 26.9% de rebote ofensivo, la cuarta mejor marca permitiendo solo 12.8 puntos en segundas oportunidades.
Ya hemos comentado que los Cleveland Cavaliers son uno de los mejores equipos de la NBA defendiendo la pintura. Para sus rivales, anotar en esa zona es tarea bien complicada. Pero, ¿sabes cómo lo consiguen? Es una de las estrategias más audaces y fronterizas de la actual NBA. Incurrir voluntariamente en los tres segundos defensivos. Esto nace de una obsesión del cuerpo técnico: proteger la pintura.
Hay una escena del año pasado, en la que Jarrett Allen comete tres segundos defensivos y lo celebra, mirando al banquillo levantando el pulgar. El objetivo era llevar al rival al tiro libre para erosionar su ritmo. Si comprobamos la anotación de los rivales ahí, tanto este año como el anterior, Cleveland es uno de los tres equipos que menos permiten en la pintura. Todo está estudiado. Bickerstaff les dijo a sus jugadores, cuando les intentaba explicar esto, que dos o tres concesiones de tiros libres por partido, incluso alguna más, por cometer segundos defensivos no significaban nada si alteraban la forma de atacar de los rivales. Si el adversario interiorizaba que la pintura era zona prohibida.
iconsport_182785_0028.jpg

Jarrett Allen junto a Darius Garland y Donovan Mitchell.
En ataque han conseguido encontrar la manera de anotar puntos fáciles. La fórmula mágica en la NBA sigue siendo tirar de debajo del aro, tiro libre y triple, y los Cleveland Cavaliers están llegando a ella. Con las incorporaciones de Max Strus y Georges Niang en las alas el equipo ha mejorado en el ‘spacing’. A esto súmale el acierto de Dean Wade o Sam Merrill, ambos por encima del 40% desde el perímetro. El año pasado fueron el séptimo equipo que menos lanzó de tres puntos, este año únicamente hay siete equipos que lanzan más que ellos. Maneras de, pese a tener un ataque mediocre cuyo porcentaje de tiro efectivo es ligeramente superior al de Utah o Toronto, seguir ganando.
Son segundos en el Este (42-24), mismo récord que Milwaukee. Y que no sorprenda si, una vez encuentran la manera de ganar, su techo en Play Off se dispare.