Aquel europeo cadete del 2001 en el que Darko Milicic (2.13m/1985) fue campeón con Serbia junto a los Micov, Perovic o el verdinegro Luka Bogdanovic fue el pistoletazo de salida de la gran promesa de Novi Sad. Fueron campeones, él dominó y el KK Hemofarm decidió hacerle un contrato profesional. Milicic, a pesar de su gran altura, era ágil de movimientos y muy fuerte. Progresaba rápidamente en el profesionalismo y exhibió un buen papel tanto en la liga doméstica como en la extinta Copa Korac a pesar de sus 16 años. Su tarjeta de presentación en los 21 minutos que promediaba en pista eran de 7.9 puntos, 4.7 rebotes y 2 tapones. El siguiente curso, el 2002-2003, elevaría su concurso en la FIBA Eurocup con 13.4 puntos, 6.8 rebotes y 1.6 tapones en 23.6 minutos de juego. Milicic, además mejoró en más facetas del juego como el pase o el tiro. Incluso empezó a meter algún triple que otro. Y fue ahí cuando Joe Dumars, director de operaciones en Detroit, se volvió loco. Refiriéndose a Milicic, Dumars declaró en el 2012 que “ahora miro atrás y me doy cuenta de que no sabía ni la mitad de las cosas de las que debía saber“. Le faltó experiencia, no hay duda, pero ¿qué le faltó a coach Larry Brown para que aquel chaval se sintiera tan incomprendido? Está claro que Milicic era un rebelde sin causa pero ¿Tenía potencial para haber sido un center NBA titular durante años? Nunca lo sabremos. A partir de entonces el baloncesto se convirtió en un infierno del que sólo sabía defenderse tirando de ira. Brown destrozó su confianza en sus ‘tiernos’ años en la NBA y Milicic no supo sobreponerse. Sea como fuere, hoy en día Milicic está considerado como uno de los mayores chascos del Draft de la NBA, con el permiso de LaRue Martin, tras haber sido con en segunda posición (2003). Desde entonces su carrera ha estado marcada, tanto en la NBA como en la selección serbia, por su mala toma decisiones dentro y fuera de la pista. También, por su carácter irascible y descontrolado.
CAÍDA EN BARRENA
Pasó sus tres primeras temporadas NBA en el banquillo mientras todo el mundo, a un lado y otro del Atlántico, le recordaba que había sido elegido por encima de Carmelo Anthony, Wade o Bosh. Sólo Lebron James pudo mirarle por encima del hombro. Era un chico con problemas. Dado a la frustración y, por consiguiente, a la agresividad pero ¿pudo ser reconducido? Nunca lo sabremos tampoco. En el Eurobasket de 2007 Milicic tocó fondo y tras una derrota contra Grecia, explotó ante la prensa contra los árbitros: “Son mierdas, unos hijos de puta“. Y lo peor, acabó con sus desafortunadas declaraciones lanzando amenazas de violación a las madres y a las hijas de los mismos colegiados. Palabras radicales que parecían seguir el más terrible guión bélico. Guerra, algo muy presente en nuestro protagonista. En la NBA continuaba saltando de equipo en equipo siguiendo a rajatabla su particular proceso de autodestrucción: “me metía en peleas y me emborrachaba antes de los entrenamientos”. Odiaba jugar en la NBA. “En New York seguí haciendo cosas estúpidas. El coach se cansó de mí, así que había decidido volver a Europa. Sin embargo, los Knicks querían traspasarme a los Wolves. Me reuní con David Kahn (gerente) y le dije: ‘No hagan un cambio por mí, por el amor de Dios. No quiero jugar más en la NBA. Voy a arruinar a tu equipo. Voy a joder la química del equipo’. ¿Y qué me dijo? Que me incorporara durante dos semanas y que veríamos a partir de ahí“. En los Wolves aguantaría dos años.
¿SALIÓ DARKO DEL INFIERNO?
En el 2013, Milicic deja el basket y opta por meterse en un ring. Pronto, la aventura del kickboxing acabaría. En su primera pelea le lesionaron en una pierna. Milicic era enorme y fuerte pero claro, estaba carente de técnica. El kickboxing volvió a ser una frustración y, lo peor de todo, volvió a traerle problemas. Por primera vez se pudo ver que en su cuerpo lucía tatuajes de retratos de Nikola Kalabic (comandante chetnik que fue declarado criminal de guerra) y Momcilo Dujic (sacerdote ortodoxo vinculado con el ultranacionalismo y con relación con la extrema derecha) como apunta el diario argentino La Nación. En uno de sus artículos, el medio latinoamericano rescató los fragmentos de una entrevista del portal serbio B92 la actualidad del otro Milicic. Con 160 kilos y ajeno a la élite del deporte que le generó más de 50 millones de dólares ha encontrado la paz cultivando y dedicándose a su familia. También se le supone recuperado de su adicción al alcohol, la cual acentuó su difícil carácter: “Todos cometemos errores“. Pero, rectificar es de sabios y parece que salirse del foco mediático del deporte le ha ayudado, harto de ser señalado como el que pudo y no pudo. El juguete roto más famoso de un país, Serbio, donde el baloncesto lo es (casi) todo: “Mis días los paso llevando a los chicos a la escuela, a las clases de deportes, al inglés… Luego trabajo en el huerto y con las frutas. Estoy tranquilo. Pensé, me calmé. Construí mi propia paz mental. Espero que todo siga así, creo que mi vida es buena, positiva. Me paso el día en el campo, camino, miro el proceso de crecimiento de las plantas y me hace muy feliz. El tiempo dirá“. Milicic también quiso aportar su granito de arena a la sociedad con fundaciones e, inclusive, subastando un anillo de campeón para ceder el dinero a niños con la enfermedad de Batten (también conocida con el nombre de Lipofuscinosis neuronal ceroidea juvenil, es una patología potencialmente mortal, de origen genético, que afecta fundamental al sistema nervioso).
Tal vez aquel juguete roto haya podido arreglarse a sí mismo para, simplemente, vivir la vida como cualquier otra persona que la quiera disfrutar.