Te puede interesar:

A día de hoy, realizar el scouting de un jugador es relativamente fácil. Quien más, quien menos todos los clubes disponen de un departamento dedicado a ese tema. Vídeos, informes, youtube, agentes, intermediarios, prensa… Las fuentes de información son muchas y variadas por lo que los elementos de juicio van en consonancia. Cuando tu nuevo jugador baja por las escalerillas del avión el club ya sabe, o debe saber, hasta el sabor de los yogures que guarda en la nevera de su casa. Eso hoy, porque hace 27 años no era así ni muchísimo menos.

Si en ACB ya era complicado el seguimiento previo de tu nuevo jugador, a no ser que hubiera compartido vestuario con algún miembro de tu plantilla en una vida anterior, en 1ª B tu destino quedaba en manos del agente de confianza y salvo algún equipo vinculado al mundo de la banca, Cajamadrid, Bancobao o Caja de Ronda que disponían de posibles, al resto solo le quedaba rezar. Si bien los bancos patrocinaban los equipos más dotados económicamente, los reyes de la fiesta eran las marcas lacteas. Letona tenía, incluso, dos marcas en ACB, Clesa y Cacaolat. Leche Río, Puleva, Ram… La empresa valenciana Cervera dio nombre a través de su marca de batidos, Choleck, al equipo de 1ª B de una pequeña localidad a media hora de Valencia, Llíria.

Choleck Llíria había concluido la temporada 1985-86 salvando la categoría en un play-out agónico ante el Seguros Caudal de San Sebastián de los Reyes, que lideraba el alero tirador Wayne Carlander aprovechando el factor campo imponiéndose a su rival madrileño pese a la pronta descalificación de su pívot americano Brown. Fue la primera vez que pisé el Plà de l'Arc y supe que no iba a ser la última.

La temporada 1986-87 trajo novedades a la competición. Ampliación de la categoría que obligó a separar los equipos en dos grupos, Par e Impar, y la más importante, el segundo extranjero. El equipo, siempre a las órdenes de Isma Cantó, mantuvo al bloque veterano de la casa, Angel Rodilla y Goyo Carrillo, la pareja de pívots zurdos en torno al 1'90 (el primero no llegaba y el segundo apenas los pasaba), los aleros Paco Enguídanos y Josép Pérez Lapiedra a los que tuve el placer de dirigir en la Liga de Verano de L'Eliana de 1990, y el base Ferrandis. Lluis Andés, el base del año anterior, se había retirado. Tocaba reconstruir. Se confió en un pívot local, Junior de último año, un mocetón de 2'07 que apuntaba bastante más que buenas maneras, Quique Andreu. Como exterior nacional trajeron a un escolta zurdo de 25 años con experiencia en el circuito catalán de 1ª B e Interautonómica, Félix “La Barba” De Pablos. El Junior del FC Barcelona puso al base, otro zurdo, Josép María Alarcón. Faltaban los dos americanos.

Un ala-pívot ajustado de estatura, 2'00 y gracias, que venía de hacer una buena temporada a la sombra de Mike Phillips en el Juver Espanyol, ocupó la primera plaza. Su nombre, Vernon Smith.  Un tipo inteligente sobre la cancha que vivía en el poste alto desde donde distribuía o anotaba con ese tiro de 5-6 metros tan letal que tenía. Faltaba una plaza por cubrir y quedaban tres pesetas en la caja. Se sabía lo que se necesitaba, anotación y rebote, mucho rebote. Había mucha confianza en Andreu, pero al fin y al cabo, no dejaba de ser un Junior. Al agente se le pidió un gran reboteador que pudiera anotar y viniera por una cantidad de dinero más que ajustada. Se lanzó la moneda al aire… y salió cara.

En esos años el Draft de la NBA era la vara de medir la cotización de un jugador. Más alta la ronda, más caro. Por ello, la existencia de 7 rondas permitía elaborar unas tablas de baremación no oficiales pero de las que todo el mundo se valía para tasar al jugador. El que finalmente llegó a Llíria salió en la profundidad de la Séptima Ronda pocas semanas antes. Desde Ball State University, los 76ers de Philadelphia usaban su última elección de 1986 en Dan Palombizio.

A Llíria llegó un mocetón de 2'03 reales, con pinta de pívot rocoso, de hombros interminables, que no tardó en demostrar ser bastante más exterior de lo que su encarnadura y sus números en la NCAA dejaban entrever. Al igual que con Oscar Schmidt, la línea de 6'25 supuso una catarsis en el juego de Palombizio. Dan venía de superar los 20 puntos y 10 rebotes en su último año en Ball State jugando como ala-pívot con un matiz muy importante, en la NCAA aún no se usaba la línea de 3 puntos. De haber existido esa línea, su posición en el Draft hubiera subido muchísimas rondas. Eso que ganó Llíria.

Los primeros entrenamientos demostraron que Palombizio era, efectivamente, un excelente reboteador. Con lo que no contaban era con lo que se veía después de entrenar. Ese arco dibujado en la cancha era la frontera desde la que Dan Palombizio efectuaba series de lanzamientos con una efectividad tal que Isma Cantó no tardó en caer en la cuenta de que su nuevo jugador no era ninguna broma y que podía marcar diferencias en la categoría… como alero puro. Vaya si lo hizo. Empezaban dos años en Llíria que, a mi juicio, iban a ser los dos mejores años de baloncesto jamás vistos en el lugar. Por encima, incluso, del periodo ACB de principios de los 90. Nunca me he divertido más en una grada.

Desde el primer partido oficial, Palombizio fue la referencia anotadora del equipo en una liga en la que el espectáculo y el baloncesto de ataque fueron la constante. Se trataba de llenar las canchas y llevar el producto a aquellas zonas en las que había ganas de ver baloncesto de un cierto nivel, con americanos incluso. Llíria se dedicó a ello en cuerpo y alma, con Palombizio como abanderado de esa ideología. Partidos incontables superando los 30 puntos, o los 40. Su aspecto delataba su origen americano. Desgarbado, mal hecho, parecía gordo sin estarlo, de anchas espaldas, hombros infinitos y cuello inexistente. Siempre jugaba con una camiseta debajo de la aurinegra edetana. Daba igual el color. Yo le he visto blancas, negras, amarillas, rojas y naranjas. Calcetines un palmo por debajo de los gemelos, zapas de semibota, nunca bota, normalmente negras, a veces blancas, las menos.

Su juego, salvando las distancias, similar a Oscar Schmidt. Capaz de levantarse desde cualquier lugar a 8 metros del aro. Un tiro típicamente americano, sacando el balón desde la nuca en una suspensión más que discutible. Normalmente buscaba recibir más allá de 6'25 para levantarse y lanzar. Desde la izquierda del ataque buscaba penetración hacia el centro que finalizaba en una suspensión o en una especie de gancho. Desde la derecha, al no ser muy ducho en el uso de la mano izquierda, sus recursos eran mucho más limitados, doblando más el balón y posicionándose para el rebote, cosa esta última que hacía muy bien. Defender, lo justo o menos. Desplazamiento lateral, cero. Pero, al igual que el brasileño, digan lo que digan los números, se fajaba en el rebote defensivo como el que más. La especialidad eran los tiros imposibles. Sobremarcado, con el reloj casi a cero… a como diera lugar. Clutch player. No solo no se escondía sino que disfrutaba de esos instantes y, lo más importante, nos hacía disfrutar a nosotros, el público.

Isma lo sabía llevar. No era raro preguntarse dónde estaría mientras los compañeros comenzaban la rueda de calentamiento después de haber estado un buen rato realizando los pertinentes estiramientos. La respuesta solía hallarse en los pasillos existentes debajo de la grada. Allí estaba Palombizio. Con la parte de arriba del chándal de la Selección USA en lugar de la pertinente del club, realizaba su trote, primero, y sus saltos a la comba después. Desconozco la utilidad de esos ejercicios. La cosa es que salía como un Victorino de toriles por el túnel de vestuarios al mismo tiempo que la grada rugía enloquecida.

Su vida deportiva en Llíria duró 2 años. En ese tiempo pasaron varios americanos de manera interina por el club. Tony Zeno sustituyó a Palombizio por lesión, primero y a Vernon Smith, después. Hubo que rascarse el bolsillo. La directiva decretó jornada económica para sufragar los gastos del fichaje aprovechando la visita del Elosúa León de Mikel Cuadra y Essie Hollis. Un partidazo… de Hollis. La temporada siguiente, Vernon Smith tuvo que viajar a Estados Unidos de nuevo a causa de la salud de su esposa. Durante unos pocos partidos llegó un americano de pedigrée, Cedric Henderson, con polémico pasado universitario y venía de jugar Copa de Europa con Simac Milan. Lo sustituyó Andre Moore, otro joven interior al que a finales de febrero del 88 se sustituyó de nuevo a instancias de Isma Cantó. Llamaron a Vernon Smith a Estados Unidos y consiguieron reincorporarlo. Con Henderson y Moore, 1987-88, ya contaban con Seguros Finisterre como patrocinador.

Crónica Rosa. Palombizio dejó huella en Llíria, no solo en lo deportivo. Su segunda casa era la Disco Galaxy, de La Pobla de Vallbona. Sus cogorzas en diferentes locales edetanos eran épicas. Aquella fiesta de cumpleaños celebrada en su domicilio y en la que parecía no haber alcohol… hasta que alguien gritó al entrar en el cuarto de baño y descubrir lo que había en la bañera. Sus amores… La rumorología daba para toda clase de historias. El día que regresó a Llíria como jugador del Syrius Mallorca, el autobús llegó tarde. Por la grada circulaba el rumor de que la Benemérita había parado el autobús a la entrada de Llíria para interrogar a Palombizio a causa de una serie de denuncias presentadas por varios locales a causa de las deudas contraídas. Rumores. O no… En cualquier caso, que le quiten lo bailado. Se lo pasó muy bien en Llíria. Nos lo pasamos muy bien en Llíria. Mis mejores recuerdos en una grada le pertenecerán siempre. Grande, Palomo. Muy grande.

Te puede interesar: