La advertencia del entrenador Andrea Trinchieri no ha pasado desapercibida. En plena ebullición del mercado europeo y con la sombra de la NBA sobrevolando el continente, el técnico italiano ha planteado un escenario inédito: ver a jugadores de Euroliga tasados en 20 millones de euros. No es ciencia ficción, sino una posibilidad que gana peso en un contexto marcado por tensiones, intereses cruzados y un modelo europeo en plena transformación.

Trinchieri y su predicción: la inflación llega al baloncesto europeo

Andrea Trinchieri, entrenador de Zalgiris, lo dejó claro en una entrevista reciente:

“Vamos a tener jugadores de Euroliga de 20 millones de euros.”

Sus declaraciones fueron en tono serio, más bien como un vaticinio y no como una provocación. Según él, la deriva económica del baloncesto europeo está llevando a los clubes a realizar inversiones que no siempre se sostienen a largo plazo. El crecimiento de salarios, fichas y presupuestos no siempre va acompañado de ingresos estructurales estables. Para Trinchieri, si el sistema no se regula o no encuentra un modelo sostenible, los contratos de 20 millones podrían dejar de ser una excepción para convertirse en síntoma de desequilibrio.

La NBA afila los colmillos: ¿invasión o expansión?

El comisionado Adam Silver ha confirmado lo que ya era un secreto a voces: la NBA quiere establecer una liga europea propia, bajo su control y en colaboración con FIBA. Este movimiento podría fracturar aún más el mapa de competiciones y debilitar a la Euroliga si no logra reaccionar a tiempo.

No es solo una cuestión de baloncesto. Hablamos de derechos televisivos, patrocinios globales y estructuras de negocio muy diferentes. La NBA opera como una máquina financiera. Europa, todavía, como una red de clubes con aspiraciones comunes pero sin una dirección unificada.

Este movimiento tendría un impacto directo en la Euroliga y las ligas nacionales. La diferencia en capacidad económica entre la NBA y los clubes europeos es abismal. Los derechos de televisión, acuerdos comerciales globales y su modelo cerrado le dan una ventaja competitiva que pocos podrían igualar. De concretarse, la llegada de una franquicia NBA al continente reconfiguraría por completo el ecosistema actual.

Euroliga se defiende: licencias, presión y contratos largos

Ante esta amenaza, la Euroliga intenta blindar su estructura. Está ofreciendo contratos multianuales a equipos como Partizan, Estrella Roja o Virtus Bolonia con el objetivo de asegurar estabilidad y reforzar la fidelidad al proyecto. También busca fortalecer el modelo cerrado sin necesidad de incorporar nuevas franquicias que pongan en duda la gobernabilidad de la competición.

Sin embargo, esta reacción tiene límites. La Euroliga arrastra problemas estructurales: falta de unidad entre clubes, tensiones internas sobre el reparto económico y ausencia de una visión común a largo plazo. Si no se produce una reforma profunda, los contratos multianuales pueden ser una solución temporal, no estructural.

División de opiniones: Scariolo a favor, otros con dudas

El debate sobre la entrada de la NBA en Europa divide opiniones. Sergio Scariolo, seleccionador español y exentrenador NBA, ve con buenos ojos la posibilidad:

“Si se hace bien, puede ser una gran noticia para el baloncesto europeo. Puede aportar profesionalidad y estabilidad económica.”

No todos opinan igual. Técnicos como Sarunas Jasikevicius han expresado sus dudas sobre el modelo NBA en Europa, especialmente en cuanto a la convivencia con las competiciones ya existentes. La gran pregunta es: ¿pueden coexistir Euroliga, NBA Europa y ligas nacionales, o terminarán canibalizándose?

¿Qué está en juego?

Más allá de nombres, cifras o marcas, lo que está en juego es la identidad del baloncesto europeo. La posibilidad de tener jugadores con contratos de 20 millones de euros en la Euroliga no solo habla de inflación, sino de una transformación completa del mercado. El modelo NBA podría atraer más inversión, pero también romper el equilibrio competitivo que, hasta ahora, ha dado sentido a las competiciones europeas.

La advertencia de Trinchieri no es una exageración. Es un aviso de que el cambio está en marcha. Y quien no se prepare, quedará fuera.