El baloncesto europeo, y en particular la Euroliga, se ha convertido con el paso de las temporadas en un escaparate muy atractivo para jugadores experimentados de la NBA, que cada vez muestran menos reticencias a cruzar el Atlántico y probar suerte en el Viejo Continente. Para los clubes europeos, incorporar fichajes procedentes de la liga estadounidense supone no solo un valor deportivo, sino también un impacto económico importante en la entidad. Sin embargo, no todos los casos han resultado como se esperaba, y en los últimos años ha habido ejemplos de jugadores cuyo rendimiento ha estado por debajo de las expectativas.
/https://www.solobasket.com/app/uploads/2025/10/1400x400-1.webp)
Éxito o fracaso: Los ejemplos más llamativos de NBA a Euroliga
El salto desde la NBA a la Euroliga no siempre garantiza el éxito. Jugadores con grandes trayectorias en Estados Unidos han podido descubrir que el baloncesto europeo exige un tipo de adaptación muy diferente, que en ocasiones se presenta como prácticamente imposible. Desde el punto de vista estrictamente deportivo, el juego mucho más táctico y los sistemas ofensivos más estructurados suelen limitar la libertad creativa a la que están acostumbrados los americanos en la liga estadounidense.
Entre los ejemplos más significativos de los últimos años de jugadores NBA que no han triunfado en Europa están Kemba Walker o Wesley Johnson, entre otros. Walker apenas promedió 4,4 puntos con el AS Mónaco antes de anunciar su retirada, mientras que Johnson pasó sin brillo por el Panathinaikos, con 3,3 puntos de media por partido, cuando en la competición estadounidense había firmado campañas de 10 puntos por partido.
Sin embargo, hay excepciones que confirman la regla. Jabari Parker, tras años marcados por las lesiones, encontró en el Barça Basket un nuevo comienzo en su carrera, adaptándose al estilo europeo y destacando como referente ofensivo del equipo. Su evolución demuestra que los jugadores que aceptan un cambio de mentalidad y se implican en los sistemas del entrenador pueden triunfar en Europa. Lo mismo ocurre con Kendrick Nunn, actual estrella del Panathinaikos y MVP de la primera jornada de la Euroliga de la presente temporada.
El paso de NBA a Euroliga: El win-win para jugador y club
Traer a un NBA a Europa no es solo fichar talento para el equipo: es una jugada estratégica que puede beneficiar por igual al club y al propio jugador. Un jugador con experiencia en la mejor liga del mundo no solo aporta calidad en la pista, sino que también dispara la visibilidad del club, vende camisetas y multiplica su presencia en redes y medios. Panathinaikos lo sabe bien y es un claro ejemplo en los últimos años: los griegos han convertido a Kendrick Nunn en su estrella con el contrato más alto de la historia de la Euroliga, y la inversión no solo está dando frutos en los partidos, sino también en prestigio y proyección internacional de la entidad.
Otro ejemplo claro es Evan Fournier en Olympiacos. Su llegada y renovación no solo reforzaron al equipo en lo deportivo, sino que también le dieron un buen empujón al bolsillo del club: el presupuesto subió hasta casi 20 millones de euros, aumentó la venta de merchandising, llegaron nuevos patrocinadores y más público al pabellón.
Además, Europa se está convirtiendo en un destino muy atractivo para jugadores de la NBA que buscan continuidad, estabilidad y un buen escaparate profesional. Spencer Dinwiddie, Alex Len o Jared Butler son algunos ejemplos recientes. Los clubes ganan talento de nivel top y el jugador encuentra un lugar donde brillar y relanzar su carrera.
Y más allá de lo económico, estos jugadores también suelen traer un plus competitivo que levanta el nivel de las plantillas. La experiencia en la NBA les da disciplina y profesionalismo, que luego esto se traduce en un liderazgo vital dentro de una plantilla. En resumen, fichar a un NBA puede ser un win-win tanto para el club como para el jugador.
Los motivos: Por esto pueden fracasar los fichajes de NBA a Euroliga
Fichar a un jugador NBA siempre resulta atractivo para cualquier club europeo, pero no está exento de riesgos. El primero y más evidente es el económico. Los salarios de estos jugadores suelen superar ampliamente los estándares de la Euroliga: Shane Larkin, por ejemplo, cobra 4 millones de dólares netos al año, mientras que Juancho Hernangómez o Will Clyburn superan los 2 millones. Si el rendimiento en pista no acompaña, estas cifras pueden tensionar el presupuesto del club y dificultar la construcción de una plantilla equilibrada a medio y largo plazo.
Un factor clave es el ritmo y el estilo de juego. En la Euroliga, las defensas suelen ser más agresivas y destacan por su cohesión colectiva en la mayoría de los equipos, donde se prioriza lo grupal y la coralidad. Esto complica el rendimiento de algunos jugadores que llegan desde la NBA y que estaban acostumbrados a un ritmo más rápido y a tener un protagonismo individual más destacado. En el baloncesto europeo se valora más la disciplina táctica y la lectura del juego que la capacidad atlética o el talento puro.
Por eso, incluso fichajes de renombre pueden quedarse cortos respecto a las expectativas. Casos como los comentados de Kemba Walker, que apenas rindió en el AS Mónaco, o Wesley Johnson en el Panathinaikos, demuestran que llegar de la NBA no garantiza éxito inmediato. La presión por destacar puede convertirse en un arma de doble filo, y los clubes deben medir bien si el riesgo económico y deportivo compensa la inversión.
La conclusión: ¿Merece la pena o no fichar de la NBA a la Euroliga?
Responder a la pregunta de si realmente compensa traer jugadores de la NBA a Europa no es tan sencillo como parece. Fichar desde la liga estadounidense puede traer grandes beneficios, pero nunca garantiza el éxito. Cuando los clubes aciertan, como en los casos de Parker, Nunn o Fournier, se traduce en un salto de calidad en lo deportivo, un aumento de visibilidad internacional y un impulso económico considerable. En estas situaciones, la inversión se convierte en un beneficio claro para todas las partes involucradas.
Sin embargo, los riesgos son evidentes. Ni el prestigio ni la experiencia de un jugador aseguran adaptación inmediata ni rendimiento continuado en el tiempo. Por eso, este tipo de fichajes solo merece la pena cuando se realiza un estudio exhaustivo del jugador, evaluando cómo se integrará en el baloncesto europeo y en la dinámica del equipo, y estableciendo expectativas realistas. De lo contrario, el coste económico y la presión mediática pueden superar con creces cualquier ventaja deportiva.