De tres Final Four consecutivas a quedarse fuera de la cita europea. De cinco titulos en tres años a firmar las peores clasificaciones en competiciones nacionales en mucho tiempo. Ningún titulo en las últimas dos temporadas. Ese es el retrato que hoy tienen los aficionados culés del Barça Basket: un equipo que hasta hace nada competía con los mejores, y que ahora transmite la sensación de haber perdido el rumbo. No es solo una cuestión de resultados, es una sensación de retroceso que va mucho más allá del presupuesto.

De tenerlo todo a no tener nada: la herida de la gestión

Hace apenas dos temporadas, el Barça Basket tenía un proyecto que ilusionaba. La figura de Saras Jasikevicius en el banquillo y con Mirotic como referente absoluto, infunidan respeto en Europa. Se respiraba identidad y ambición, y el equipo estaba en todas las quinielas para ganar la Euroliga. Hoy, en cambio, la afición siente que se ha pasado de tenerlo todo a quedarse sin rumbo.

Es sabido por todos que el Barça es un club en el que el fútbol actúa como eje central, y las secciones viven y conviven en función de esa realidad. La situación económica del área futbolística ha obligado a recortar en otras secciones, y el baloncesto no se ha escapado. Pero la realidad es más compleja. Porque si todo fuera cuestión de dinero, ¿cómo se explica cortar un proyecto que funcionaba y después firmar a Willy Hernangómez con un contrato alto que no ha tenido el impacto esperado? ¿Cómo se justifican la elección en el banquillo que no han aportado estabilidad, ni identidad ni resultados? El dinero condiciona, sí, pero la gestión también ha fallado. Y esa combinación, sumado a la falta de autocrítica, es la que más ha dolido a la afición.

De favoritos a aspirantes, y de aspirantes a un proyecto en busca rumbo

La Euroliga vive un nuevo reparto de poder, y hoy no se habla del Barça como referencia, sino de Grecia y Turquía. Panathinaikos, Olympiacos y Fenerbahçe han tomado la delantera: proyectos sólidos, presupuestos potentes y, sobre todo, una apuesta clara por ganar. Allí aterrizan las grandes estrellas, allí se construyen los equipos que todos quieren ver. Mientras tanto, en Barcelona la sensación es de haber perdido un tren, donde la ambición y la ilusión estaban a la orden del día.

Es verdad que en las dos últimas temporadas el equipo está cerca de la Final Four, pero el precio es muy grande. Malos años en ACB o episodios que transcurren a la prensa. Los titulares ya no hablan de ilusión, sino de recortes, gestión de vestuario. El episodio Willy – Grimau, la fuga de Sarr en plena plaga de lesiones o el fichaje de Neto cuando estaba lesionado, son algunos ejemplos de que la gestión está lejos de ser la de un proyecto grande en Europa. Mientras en otros lugares los proyectos crecen y se consolidan. La afición lo percibe con claridad: hoy los mejores están en Atenas y Estambul. En el Barça, en cambio, se desmanteló un proyecto que funcionaba y todavía no se ha encontrado el rumbo que devuelva estabilidad y ambición, para volver a ser candidatos a todo.

Un Barça Basket que debe decidir quién quiere ser

El Barça Basket no puede seguir amparándose en la excusa del dinero. Los aficionados lo saben: el club necesita un proyecto claro, continuidad en las ideas y valentía en la toma de decisiones. No se trata de gastar más, sino de gastar con inteligencia, recuperar la identidad que convirtió al equipo en un referente y confiar en un plan a largo plazo.

Si la gestión sigue marcada por la improvisación y por decisiones cuestionables, convendría empezar a señalar a quienes están decidiendo: Josep Cubells, Juan Carlos Navarro y Mario Bruno Fernández. Lo que se corre el riesgo de perder no son solo títulos, sino la credibilidad y el rumbo del club. En su momento, el Barça contaba con un gran referente en la gestión deportiva, Nacho Rodríguez, cuya visión y liderazgo marcaron la mejor época del equipo; hoy hace falta reconocer errores, ser autocríticos y recuperar ese nivel de claridad y planificación.