Aunque fue muy dura toda aquella espera podemos decir que ha merecido finalmente la pena. Es imparable y está intratable. Sólo se le puede dejar paso. Se hizo esperar muchísimo, hubo muchas dudas al respecto durante todo el proceso, pero finalmente cómo llegó Zion Williamson a la liga y todo lo que ha ido generando posteriormente desde su misma llegada ha merecido la pena en muchos aspectos. No sólo el más evidente, el más anhelado por muchos, que era verle sobre la pista, observar en vivo a ese monstruo del siglo XXI, sino por todo lo que ha sido capaz de generar al margen de ella. Con su comportamiento, con su forma de ser, todo lo que ha ido produciendo hasta convertirse en un auténtico icono y en un jugador de los que indudablemente tiene una especie de imán para los aficionados y, por supuesto, para los periodistas.
La irrupción de su perfil es apasionante. Es una supernova. Es que lo ves jugar y te preguntas: ‘’¿Estoy viendo a Shaquille O`Neal?’’ Con su fuerza bruta, esas finalizaciones a lo bestia, esos tapones de contundencia. Es decir, una mezcla de poder, fuerza, agilidad y, al mismo tiempo, de toque. Son estos primeros años que le hacen justicia como un ejemplar único, real, desequilibrante, una bestia que parece empequeñecerlo todo, años de dominio sin balón, de tríada estadística clásica (puntos, rebotes y tapones). No obstante, su verdadero apogeo va ligado a la dirección del juego. Porque lo que más y mejor puede llevar a Zion a la cima es generar la ventaja como elemento que propone desde el bote. Lo analizaremos.
Zion goes 11 of 12 from the field to lead the @PelicansNBA to their 9th win over the last 11 games!
— NBA (@NBA) March 24, 2024
32 PTS | 11-12 FGM | 7 REB | 6 AST | 2 STL pic.twitter.com/9orpYMfDnT
INICIO COMPLICADO PARA ZION
Una pesadilla. Es uno de esos pocos ejemplares que obligan a los cuerpos técnicos a modificar su playbook cuando vas a jugar contra ellos. Algo más parecido a la esencia. El hueco que el pasado se ha hecho en un presente que reniega de sus raíces. Si hoy lo que se busca son biotipos, como Chet o Wembanyama, pues de repente con Zion teníamos todo lo contrario: un Shaq de bolsillo. Durante mucho tiempo Williamson tuvo que ver la acción y los partidos desde la grada o el sofá de su casa. Las lesiones lastraron lo que parecía un ascenso sin precedentes y que en el seno de la NBA todavía no tenía respuesta. Él tarda 44 partidos en estrenarse, debido a una lesión en el menisco de la rodilla derecha. Tampoco tiene fortuna porque mes y medio después de su debut NBA, en marzo de 2020, la liga y el mundo se paran por la pandemia. En la burbuja de Orlando disputó cinco partidos (con restricción de minutos) antes de que su equipo, ya sin opciones de clasificarse, decida sentarle por lo que restaba de temporada.
Nada parecía ser un vuelo en plena libertad para Zion Williamson. Sin embargo, las expectativas para el segundo año eran bestiales. Y es que su segundo curso en la liga es, hasta el actual, el verdadero ejemplo del impacto de Zion. Únicamente se pierde 11 partidos y su nivel es salvaje (27+7). El 2021 fue muy ilusionante porque la muestra sostenida invitaba a pensar que esos problemas físicos habían desaparecido. No obstante, días antes del inicio del training camp de su tercera campaña se confirmaba otro traspiés: fractura en el pie derecho. Esto se acabaría traduciendo en la peor de las noticias: Zion no disputaría ni un solo partido. Todo el año de baja. El jugador volvería para la siguiente temporada, la 22-23, llegando a competir en 29 de los primeros 37 partidos. Se le veía más ligero en ataque, con más compromiso defensivo, pero las sombras vuelven a aparecer en enero de 2023, en un duelo ante Philadelphia, cuando Zion nota algo en los isquios de su pierna derecha. Finalmente, más de cuatro meses fuera. Temporada finalizada. El secretismo en la franquicia era máximo.
ZION, UN JOVEN HERIDO
Sus primeras cuatro temporadas no lo son en realidad. Temporadas normalizadas, me refiero. La NBA llegó a desplazarlo, a olvidarse de Zion. Y veíamos aquellas calificaciones de “fiasco”, “fracaso”, porque además cargaba encima una narrativa terrible: obesidad, lesiones, dejadez, misterio y todo una serie de cuestiones un tanto sórdidas. Todo aquello a Zion le iba llegando. Las burlas por su físico y, además, la condición de culpable. De que era él el responsable de lo que ocurría. Los Pelicans llegaron a decirle a su entorno que no dudaban de sus habilidades ni de su capacidad profesional, pero sí de su ética de trabajo. No se sabía si iba a volver, y en qué condiciones. Zion dejó de formar parte del presente.
Desde el principio él estaba llamado a ser una de las caras visibles de la liga durante más de diez años. Ese cóctel de condiciones, de talento, de carisma…estaba a la altura para un reto así. Hablamos de un anotador imparable, una máquina de highlights en la era de los highlights, un desafío realmente a lo posible, pero todo eso había quedado oscurecido, se estaba apagando. 114 partidos en cuatro años, una media inferior a los 30 por temporada. Dramático. “Reinado fallido”, “carrera fantasma”...eran algunos de los titulares que dedicaron a Zion durante esos meses. Sobre su falta de compromiso con los Pelicans, sobre su falta de voluntad para mantenerse en forma, sobre su confianza…palos de todos los colores. La ola de negatividad, cuando no de toxicidad, fue enorme.
LA OSCURIDAD DE ZION
“Estuve en lugares oscuros. No podía jugar. Yo hacía todo lo que me decían, pero el pie no me dejaba. Y en la cabeza llegó a martillearme la idea de que, a lo mejor, no podría volver a jugar nunca más. En la rehabilitación sólo recibía burlas y faltas de respeto y eso me afectó mucho. Llegué a dudar de mí mismo”, dijo en una entrevista. Zion era un chico perdido luchando por encontrar un camino que ya no tenía.
Catedralicia fue la figura de Teresa Weatherspoon, actual entrenadora de las Chicago Sky, equipo de WNBA, y en su momento la más fiel confidente de Williamson. Y Zion cambió el rumbo y se puso a tono de verdad, con su equipo de trabajo, desde el pasado mes de agosto tuvo dos sesiones intensas de entrenamiento por día, además de una reestructuración total de su dieta. “Me hizo sentir que no estaba solo, me salvó de muchos derrumbes emocionales”, comentaba Zion sobre Teresa.
Former WNBA star and Pels assistant coach Teresa Weatherspoon has been an "integral" part of Zion Williamson's development
— Bleacher Report (@BleacherReport) April 18, 2021
Zion and T-Spoon have created a special bond—she even helped him add the pull-up baseline jumper to his game pic.twitter.com/rIK4F5HA0T
Si bien en su rehabilitación trató de recuperar la fuerza en la rodilla, también se centró en su biomecánica. Los técnicos trabajaron con él en enseñarle a caminar, correr, saltar y moverse con una mejor funcionalidad en la cancha para prevenir futuras lesiones.
LOS PELICANS RETOMAN EL VUELO
El regreso de la figura de los de Luisiana en esta temporada ha supuesto un reinicio de su carrera en todos los sentidos. Ahora, el oriundo de Salisbury se le ve más ágil y coordinado, con una distribución muscular distinta y focalizada en aquellas zonas clave para esta actividad. Lo que no ha cambiado ha sido su impacto ofensivo, retomando donde dejó todo en abril de 2021. Y buena prueba de ello es que esta campaña es el segundo jugador que más percute y anota en pintura (17.5), únicamente Giannis Antetokounmpo está por delante. Además, y ahora es cuando nos ponemos las manos a la cabeza, Zion Williamson es el jugador que más puntos promedia en la pintura en los últimos 25 años, con 18.6 de media (95.2% de sus tiros proceden de esa zona). Bestial.
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Con los Pelicans quintos en la Conferencia Oeste (44-28), Zion registra los siguientes números: 22.7 puntos (58.6% en TC), 5.8 rebotes, 5.1 asistencias, además de un robo de balón y 0.6 tapones por partido. Y lo más sorpresivo de todo es que acumula ya 61 partidos, los mismos que en 2021, su mejor curso en cuanto a disponibilidad. La temporada en la que más está jugando y menos reconocimiento recibe del gran público. Tras el All Star el nivel en New Orleans ha subido con Zion haciendo auténticas barbaridades cerca del aro.
Williamson es el decimoséptimo jugador de la NBA que tiene un promedio de tiro más próximo al aro, a solo 109 centímetros, cercano a interiores como Ivica Zubac, Nic Claxton o Goga Bitadze. La principal diferencia radica en que en el caso de Zion, la mayoría vienen tras penetración (12.1 puntos, tercero tras Shai y Doncic) y solo el 47.3% de sus puntos llegan tras asistencia. Halla sus propios puntos por ventaja física y poderío, y lo hace, además, con un 70.6% de eficiencia.
POINT-ZION EN NUEVA ORLEANS
Es en este nuevo paradigma en el que irrumpe Zion Williamson como bomba de hidrógeno capaz de generar otro universo paralelo. Porque resultando a simple vista un perfil terminal, un productor, un martillo que embiste el aro como si no hubiera mañana a partir de ser reactivo (y no propositivo) en las jugadas, su verdadero apogeo va ligado al mando del balón. Si hay un rasgo diferencial en los nuevos grandes es el pase. Nikola Jokic es el paradigma, pero más allá de la importancia del pase, es esa necesidad de ampliación en el volumen y en el rango de recursos de los grandes.
Un caso claro en la actual NBA es el de Zion Williamson, como potencial ‘point center’, de eje distribuidor. Y es que más allá de sus características físicas, que le hacen único, especial, por conjugar una explosividad felina en un gigantesco volumen corporal, su catálogo técnico en bote y pase potencia la idea de que un Point-Zion no solo es posible sino que además es lo recomendable. El ala-pívot ha conseguido llegar al doble dígito en asistencias en cuatro ocasiones esta temporada (Utah, Clippers, Chicago y Oklahoma). En sus cuatro primeros años no lo consiguió ni una sola vez. Además, ha alcanzado las nueve asistencias en cuatro ocasiones este curso, un dato muy positivo teniendo en cuenta que en sus primeros 114 partidos sólo lo logró una vez.
Aquella noche ante los Jazz Zion se fue a 11 asistencias, tope personal, revelando un poder nuclear en una función, la de generador, que, incluso sin tiro, también transformó la carrera de Giannis Antetokounmpo cuando Jason Kidd pensó en él como factor propositivo (tomando decisiones con balón) y no solo reactivo (recibiendo solo para ejecutar).
UN PROYECTO POCO CONSISTENTE
Los de Nueva Orleans, el año pasado, se convirtieron en el primer equipo en el siglo XXI que siendo líder de la Conferencia Oeste en algún momento de la temporada se termina quedando fuera de la postemporada. El último caso fueron los Mavericks en 1989. Tras un tramo final dantesco de temporada regular, los Pelicans sucumbieron ante los inexpertos Thunder en el primer partido de play-in. Tocaba un verano de reflexión en Nueva Orleans. Tras disputar playoffs y rascar dos partidos en primera ronda a los Suns el curso anterior, era un paso atrás para el proyecto que dirigía Willie Green, al que solo se le podía achacar lo poco que utilizó a determinadas piezas del banquillo. El problema era que este proyecto estaba pensado para construirse en torno a Zion. Y lo cierto es que la estrella lideró a los suyos al primer puesto del Oeste en diciembre antes de lesionarse. Su físico no funcionaba y eso ya no era un condicionante: era una absoluta realidad.
Esa derrota, en las semifinales del In-Season Tournament, fue un golpe de realidad para el jugador que desde entonces ha mejorado su rendimiento en la pista. Lo mejor de que haya vuelto Zion Williamson es disfrutar de su instinto para las lecturas en los aledaños del aro. Eso unido a lo que los Pelicans buscan las acciones entre postes les hace imperdibles esta temporada. Sus números no lo demuestran, pero su impacto es mucho mayor y lo más importante, los Pelicans ganan que es el objetivo final. Lo que siempre ha faltado en la franquicia.
MÁS QUE ZION
Tras la reciente derrota ante los Thunder el pasado martes, el equipo conducido por Willie Green ocupa la quinta posición en el Oeste, a un partido de los Clippers, cuartos, y aventajando en uno a los Dallas Mavericks de Luka Doncic, sextos. Han ganado siete partidos de los últimos diez. Un aspecto en el que han mejorado mucho estos Pelicans es en su rendimiento lejos del Smoothie King Center. El curso pasado el dato fue de 15 victorias y 26 derrotas (quinto peor equipo en el Oeste). Este año el récord fuera de casa es de 24-14 (tercer mejor equipo como visitante). Un equipo más compacto y, sobre todo, equilibrado. Los Pelicans son el décimo mejor ataque (116.9) y la sexta mejor defensa (111.5).
Mejores equipos desde el parón del All-Star
— Sergio Rabinal (@S_Rabinal) March 25, 2024
1. Celtics: +18,2 de net rating
2. Nuggets: 9,6
3. PELICANS: 9,4
Y todo gracias al despertar de Zion Williamson
pic.twitter.com/Bfb49BzbeQ
Únicamente Boston Celtics, Denver Nuggets, Oklahoma City Thunder y New Orleans Pelicans están entre los diez mejores equipos ofensivos y defensivos. Un grupo de jugadores que muerde en defensa (4ª mejor defensa a media pista), con un juego a media pista bastante más fluido que antaño (8º mejor equipo).
“El día que los Pelicans liberen la pintura para Zion no habrá manera de pararle”, decíamos hace un par de años.
Brandon Ingram ronda los 21 puntos, su cifra más baja desde que llegó a NOLA, pero su temporada de mayor eficiencia en Luisiana. Además, su química con Zion ha mejorado, lo que se traduce en unas mejores sinergias entre ambos en ataque. CJ McCollum acredita casi ocho triples por partido, con un 41.2% de acierto. Herb Jones se ha consagrado como uno de los mejores defensores perimetrales de la NBA, además de estar lanzando un sobresaliente 42.5% en el triple. Y Trey Murphy III es realmente el termómetro de estos Pelicans (37.3% en T3). Se perdió 20 de los primeros 21 partidos y New Orleans empezó el año con un récord de 11-10, pero desde su vuelta están 31-16 (28-15 con Murphy sano). Lo dicho, mucho más que Zion.
El baloncesto parecía haberse olvidado de Zion Williamson. Podría plasmar su propia historia en una película de Spike Lee, el director sobre el que estudió en Duke mientras acaparaba los focos en su época universitaria a las órdenes de Mike Krzyzewski. Zion también podría escribir un guión sobre su auge y caída, de la ruina de las lesiones y del renacer. Porque, más allá del baloncesto en el que ahora se reencuentra, que disfrute, que compita, que se lo merece.
Vuela, Zion, vuela.