El clásico llega con un Real Madrid en buena dinámica doméstica, pero con problemas a domicilio y un Barça que alterna picos de calidad con desconexiones peligrosas en el Palau. Joan Peñarroya sabe que hay un nombre en las filas madridistas llamado a decidir el sino del primer clásico de la Euroliga. Su lectura en el pick-and-roll y su instinto para acelerar el pulso del partido encajan como una llave maestra en la cerradura blaugrana.
La preocupación de Peñarroya: un cerebro blanco que domina el ritmo
Joan Peñarroya conoce bien lo que significa enfrentarse a un jugador capaz de manejar el partido con las manos y con la mente. Lo ha sufrido antes, y esta semana volverá a tenerlo enfrente. En su pizarra, entre líneas rojas y notas defensivas, hay un nombre subrayado que explica más que cualquier estadística, Facundo Campazzo, el verdadero metrónomo del Real Madrid, domina el ritmo como nadie en Europa y se ha convertido en el auténtico dolor de cabeza del técnico azulgrana.
En la Liga Endesa, el Real Madrid ha mostrado una versión solvente, sólida en casa y demoledora cuando Facundo Campazzo logra imponer su tempo. En Zaragoza, su juego fluyó como un reloj: Tavares fue un muro de ocho tapones y el ataque funcionó con precisión quirúrgica, sin necesidad de aceleraciones forzadas. Pero cuando los rivales han subido el tono físico —como sucedió en Vitoria—, los blancos han evidenciado cierta fragilidad si su director no consigue ordenar el caos. En la Euroliga, el patrón se repite: brillantez en el WiZink Center, tropiezos fuera de casa. En Belgrado o Múnich, al Real Madrid se le han escapado ventajas cómodas en el tercer cuarto, justo cuando su brújula se apaga por momentos.
Ese es el gran reto de Peñarroya: evitar que el partido se juegue al ritmo del argentino. Cada vez que el base blanco marca el compás, el Barça Basket pierde el control. Su capacidad para detectar una ayuda tardía, dividir la defensa y encontrar el pase perfecto al tirador o al gigante en el aro ha sido una tortura recurrente para defensas más ordenadas que la blaugrana. Y el técnico culé lo sabe: si no consigue cortarle la primera lectura, el resto es una reacción en cadena. Sergio Scariolo tiene su plan para el clásico.
La diferencia entre Barça Basket y Real Madrid: quién impone el tempo
El Barça Basket llega con un balance positivo tanto en la Liga Endesa como en la Euroliga, pero sus victorias han tenido un denominador común: control del ritmo y defensa en estático. Cuando el partido se acelera, cuando las pérdidas se convierten en transiciones y el orden táctico se diluye, el equipo de Peñarroya se vuelve vulnerable. Le pasó en casa ante UCAM Murcia y volvió a suceder en Dubái, donde el conjunto azulgrana se desmoronó ante la agresividad rival en los primeros segundos de posesión. En cambio, cuando ha logrado bajar las pulsaciones —como ante Milán o Partizan— ha sobrevivido incluso en finales cerrados.
El Real Madrid vive del escenario opuesto. Cuanto más rápido se juega, más cómodo se siente el equipo de Sergio Scariolo. En Euroliga, su ataque se dispara en transición: más de un 20% de sus puntos llegan tras pérdida o rebote largo, muchas veces generados por su base y finalizados por Tavares o Hezonja. En cambio, cuando se ve obligado a elaborar posesiones largas, el equipo pierde fluidez y sufre para mantener la ventaja interior. En esos tramos lentos, el Barça encuentra oxígeno.
Por eso el clásico se presenta como una batalla de relojes: el de Peñarroya, que necesita control, y el de Scariolo, que busca vértigo. En medio de ambos, el cerebro blanco decide la cadencia.
Facundo Campazzo y la sociedad perfecta: dirección, centímetros y espacios
El Madrid ha construido un ecosistema ideal para potenciar a su líder natural. Tavares, en el mejor momento de la temporada, domina el aro con una autoridad intimidante; su sola presencia obliga al rival a hundir defensas y deja libres las esquinas. Trey Lyles se ha convertido en el complemento exterior perfecto, con un 43% en triples que castiga cualquier despiste. Hezonja añade el punto salvaje, capaz de romper sistemas con una acción individual y castigar desde el perímetro o el poste. Y por detrás, la reciente incorporación de Alex Len amplía los recursos interiores para mantener la amenaza aérea incluso sin el caboverdiano.
El engranaje funciona cuando todos orbitan alrededor de su base. El argentino no solo dirige, también acelera el juego con precisión suiza, uniendo piezas dispares en un mismo latido. Sus estadísticas —más de diez puntos y seis asistencias por partido en Liga Endesa, números similares en Euroliga— no reflejan su impacto real. Es la conexión invisible entre los gigantes y los tiradores, el hilo que convierte una recuperación en una canasta antes de que el rival reaccione.
El desafío del Barça: cortar la cabeza del dragón
Para Peñarroya, detener esa dinámica será una cuestión de supervivencia. El Barça Basket necesita contener el primer bloqueo y forzar al Real Madrid a jugar a media pista. Debe negar el pase interior a Tavares, llegar antes a la ayuda lateral y aceptar que los blancos anoten tiros complicados antes que bandejas fáciles. En la Euroliga, cuando el Barça ha conseguido hacerlo —como en Milán o ante Partizan—, ha sobrevivido gracias a su defensa posicional y a la inteligencia de jugadores como Vesely o Laprovittola para ralentizar el ritmo rival. Pero si el partido se abre y el balón corre, el escenario favorece claramente al conjunto de Sergio Scariolo.
El técnico azulgrana buscará que su equipo golpee primero, con un nivel de contacto alto y agresividad en las líneas de pase. Sin embargo, esa apuesta conlleva un riesgo: cada ayuda tardía puede convertirse en un triple de Lyles o una continuación de Tavares. Por eso el reto no es solo táctico, también emocional. Frenar al Real Madrid implica resistir la tentación de correr, no dejarse arrastrar por el torbellino blanco que su base genera cada vez que cruza el medio campo.
El partido mental del clásico
El duelo de Euroliga no se decidirá solo en los centímetros ni en el acierto exterior, sino en el control del pulso emocional. Cuando el Real Madrid juega a la velocidad mental de su director, pocos equipos pueden seguirle. Cuando el Barça consigue imponer pausa y disciplina, los blancos se desesperan. Será un clásico de contrastes: la aceleración contra el cálculo, el instinto contra el orden, el caos productivo frente al control meditado.
Joan Peñarroya lo sabe mejor que nadie. En su tablero no hay secretos, solo la certeza de que su gran preocupación viste de blanco y piensa más rápido que todos los demás. El reto no es detenerlo, sino evitar que imponga el ritmo de tango. Porque cuando el partido suena a la melodía que él elige, el Barça siempre acaba bailando a contrapié.