Cada verano pasa lo mismo. Antes de que arranque el baile de fichajes, antes incluso de que algunos clubes sepan qué entrenador tendrán, todos revisan lo mismo: “¿Cuántos cupos tenemos?”. No se pregunta por el base titular, ni por el pívot que falta, ni por el presupuesto. Se pregunta por los cupos. Esa obsesión, que empezó como una medida para proteger al jugador formado en España, se ha convertido en un arma de doble filo que condiciona la planificación deportiva, el mercado, el valor de los jugadores y hasta la paciencia de los aficionados. Y si uno observa con calma, se da cuenta de que estamos ante una norma que explica media liga.
¿Qué es un cupo ACB? La norma que marca el paso
Los cupos son los jugadores considerados “de formación”, un estatus que no depende del pasaporte ni de la edad actual, sino de dónde estuvo inscrito el jugador entre los 14 y los 20 años. Para ser cupo debe haber completado al menos tres temporadas en un club afiliado a la FEB en cualquiera de sus categorías, con un mínimo de seis meses por año. Esa formación temprana da derecho a contar como jugador de la casa, aunque en la práctica su carrera haya seguido otros caminos.
En una plantilla de 12 jugadores de Liga Endesa se exige la presencia de cuatro cupos inscritos. Esa cuota no garantiza minutos ni protagonismo, pero sí determina el diseño de cada plantilla. Que un jugador sea cupo puede abrirle puertas que su nivel no le abriría, o cerrárselas si no cumple el requisito a pesar de tener pasaporte español. Algo que debía ser puro reglamento al final influye en todo, desde la planificación deportiva hasta el valor económico de un jugador.
Origen de los cupos en el baloncesto español: ¿por qué nacieron?
El sistema nace en 2011, cuando las instituciones del baloncesto español tuvieron que redefinir la figura del jugador local tras decisiones europeas que eliminaban el antiguo concepto de “seleccionable”. La ACB y la FEB crearon entonces el marco del “jugador de formación”, una solución que buscaba proteger la identidad de los clubes y dar valor a la cantera sin enfrentarse a restricciones legales.
En su concepción original, la norma pretendía reforzar un modelo que España ya dominaba: formar talento joven y darle salida en la élite. Pero con el tiempo el cupo dejó de ser un puente natural hacia el primer equipo y se volvió un requisito. Lo que se ideó como protección de la cantera se ha convertido en un mecánico “tienes que tener cuatro”. Los cupos mandan.
Cupos en la Liga Endesa: ¿cómo funcionan hoy?
La Liga Endesa exige cuatro cupos en cada plantilla. No exige que jueguen, ni que tengan un rol determinado, ni que sean parte del proyecto deportivo. Simplemente exige que estén registrados. Ese marco permite que algunos equipos usen cupos como piezas de rotación secundaria, mientras otros los convierten en pilares, como el caso de Santi Yusta, y cierran renovaciones de largo plazo para blindar un activo escaso.
Además, la normativa de convocatorias introduce matices. Aunque el equipo tenga cuatro cupos inscritos, puede convocar menos usando jugadores vinculados. La paradoja: un jugador puede ser clave para la normativa y prescindible para la pista. Eso alimenta un debate constante entre aficionados, directores deportivos y entrenadores.
Cupos en Primera FEB: cuando ser CUPO vale ORO
En Primera FEB, la exigencia de cupos también es firme, pero el efecto es distinto. La oferta de jugadores de formación es limitada y la demanda alta, así que los cupos se han convertido en piezas cotizadas. Clubes con presupuestos ajustados compiten por perfiles que combinan dos cosas: formación española y nivel real. Ese doble filtro encarece el mercado y crea desigualdades evidentes.
La fuga de jóvenes a la NCAA reduce aún más el número de cupos disponibles. Formarse fuera significa perder temporadas clave para sumar los años necesarios, y eso golpea al sistema: faltan cupos, sobran necesidades. El resultado es un mercado estirado, donde un jugador de nivel medio se convierte en objetivo prioritario solo por cumplir un criterio administrativo.
Casos reales: fichajes, urgencias y cupos que han condicionado el mercado ACB
El mercado se ve fuertemente condicionado por la norma: renovaciones adelantadas para “blindar” cupos antes de abrir el mercado, operaciones aceleradas a contrarreloj y perfiles que entran en la ecuación porque cumplen el requisito aunque no sean prioridad deportiva. Hay casos llamativos, como el de Obradoiro y Palencia, cuyos cupos apenas superaron el 14 y el 16 por ciento de los minutos en su última participación en ACB. Jugadores imprescindibles para cumplir la norma, pero secundarios en el plan de partido. Eso refleja una realidad incómoda: algunos cupos se fichan porque la normativa lo exige, no porque el entrenador los necesite.
Dreamland Gran Canaria, por ejemplo, situó a Èric Vila como prioridad para reforzar el puesto de alero porque además de encajar en la rotación, aportaba el valor añadido de ser cupo, una etiqueta decisiva para completar la plantilla. En paralelo, Bilbao Basket incorporó a Aleix Font como ese “cuarto cupo de formación” imprescindible para cuadrar la inscripción de la temporada, un fichaje donde el componente reglamentario pesaba tanto como el estrictamente deportivo. Y en San Pablo Burgos, el interés por Yannick Nzosa también aparecía en clave de cupo: un interior joven, físico y con formación en España, capaz de ocupar una posición escasa donde la condición de formación multiplica el atractivo.
Paradojas del sistema: los “absurdos” que existen por culpa de los cupos
Hay jugadores que no juegan, pero no pueden ser cortados porque son cupo. Hay plantillas que encajan perfecto… hasta que alguien recuerda que falta uno. Hay fichajes hechos a contrarreloj solo para cumplir con el mínimo legal. Nada de esto sorprende ya a nadie dentro del baloncesto profesional.
También se dan casos imposibles de explicar al aficionado casual: nacidos en España que no son cupo y extranjeros que sí lo son; jóvenes que se van a la NCAA y pierden su futuro valor como cupo; canteras que forman para que otros clubes disfruten el estatus; entrenadores que administran cupos antes que quintetos. La norma mantiene el espíritu de proteger la formación, pero la realidad está llena de giros inesperados.
Lo que opina la grada
En los foros de la ACB el tema de los cupos se repite año tras año. Muchos aficionados sienten que la norma, más que ayudar a la cantera, crea distorsiones y perjudica la competitividad. Otros defienden su utilidad, pero piden reformas que se adapten al baloncesto actual, donde los jóvenes salen antes del país y los clubes compiten por un talento cada vez más escaso.
Entre las propuestas recurrentes aparecen ideas sensatas: valorar la antigüedad real en un club, revisar los criterios de edad, reducir el número de cupos obligatorios o incentivar al jugador que suma minutos y no solo al que cumple el requisito. La afición, en definitiva, pide coherencia: que lo que se premia sea formación y valor deportivo, no burocracia.
¿Cómo mejorar el sistema? Alternativas reales para impulsar la cantera sin depender de los cupos
Si el debate sobre los cupos sigue vivo es porque el baloncesto español necesita proteger al jugador formado en casa… pero sin encorsetar a los clubes ni distorsionar el mercado. La buena noticia es que en los últimos meses se ha empezado a avanzar en esa dirección. La creación de la Liga U22, por ejemplo, responde a una demanda histórica: un espacio competitivo real para jugadores jóvenes que ya no caben en el júnior y que aún no están listos para asumir minutos grandes en ACB o Primera FEB. Por primera vez, existe un puente estructurado donde el talento nacional puede desarrollarse sin depender de una ficha obligatoria.
Aun así, la U22 no resuelve por sí sola todo el problema. Una de las propuestas que más consenso genera entre técnicos y directores deportivos es pasar de un modelo basado en obligación a un modelo basado en incentivos. En lugar de castigar al club que no logra cuadrar cuatro cupos, se podría premiar al que da minutos reales a jugadores de formación. Bonificaciones económicas, acceso prioritario a programas federativos o ventajas administrativas en inscripciones serían formas de empujar la apuesta por el talento sin ahogar la planificación deportiva.
Otra alternativa plausible es flexibilizar el concepto de jugador local. La normativa de tres temporadas entre los 14 y los 20 años funciona como filtro, pero genera situaciones injustas: jóvenes que se marchan un año fuera y ya no pueden ser cupos; jugadores que crecieron aquí pero no cuentan por detalles técnicos; o casos de formación real que no encajan en el molde. Un sistema por puntos, que valore años en cantera, participación en ligas FEB, continuidad en programas de desarrollo o vínculo prolongado con un club, permitiría adaptarse al baloncesto actual sin perder el espíritu protector.
La pregunta, al final, no es si los cupos deben desaparecer. La cuestión es otra: ahora que la Liga U22 existe, ¿queremos seguir atados a una norma que obliga a encajar piezas o queremos un modelo que permita que el talento español crezca porque encuentra espacio, no porque ocupa un hueco reglamentario?