Chris Jackson, el mejor que he visto jamás
Llegué a Baton Rouge en el verano de 1989 para jugar en los “Tigers” de Louisiana State University. Les había metido 40 puntos la temporada anterior jugando en la modesta universidad de Tennessee Martin, cosa que convenció a Coach Brown para reclutarme.
Algunos, pueden creer que era la corte de Shaquille O’Neal y Stanley Roberts, pero en realidad, era el reino de Chris Jackson. ( Mahmoud Abdul-Rauf para los seguidores de la NBA )
He tenido la suerte de compartir vestuario y competir contra grandísimos jugadores durante mi etapa universitaria, con la selección o en la ACB y solo Nikos Gallis se acerca un poco al aura que desprendía Chris de genio, de elegancia; y como jugador… era imparable.
Un base de 1’85, procedente del pequeño pueblo pesquero de Gulfport Mississippi, con un manejo de balón que nada tenía que envidiar al de los grandes magos de los playgrounds de New York City. Un tiro rápido, preciso y elegante como si de un especialista de raza blanca se tratara y un enorme poderío de salto que le permitía terminar muchas jugadas en alley-oop.
Lo que más me ha impresionado siempre de Chris es su humildad, su amor por el basket, su sacrificio y su trabajo constante, pero sobre todo, la dignidad con la que llevaba su enfermedad (Síndrome Tourette). Esta enfermedad es un trastorno neurológico bastante grave que se caracteriza por violentos tics involuntarios.
Su habitación, en el mítico “Broussard Hall” (Residencia de Atletas) de LSU, tuvo que ser forrada con un material blando para protegerle de los repentinos puñetazos que soltaba a las paredes, causa de esos tics. Más de una vez llego a entrenar con los nudillos ensangrentados. En los días en que su enfermedad le estaba afectando más de lo habitual, podía tardar hasta 10 minutos en atarse las zapatillas. Su amor propio le impedía aceptar la ayuda de un compañero y como solidaridad hacia nuestro “Hermano”, le esperábamos todos en el vestuario, para luego salir todos juntos a la cancha y aceptar el castigo como equipo por llegar tarde al entrenamiento.
Nadie quería montar en su coche, pero los pocos valientes que lo hemos hecho, podemos decir que es un gran conductor. Pocos conocen el Síndrome Tourette. Pocas enfermedades tienen alguna característica positiva; esta enfermedad, permite a los que la padecen, un grado de concentración superior al de una persona sana. Son perfeccionistas y no dan algo por terminado hasta que esté perfecto.
Os cuento dos anécdotas para que veáis hasta que punto llegaba su obsesión por lo perfecto y su descomunal grado de concentración:
Después de cada entrenamiento no se iba a la ducha hasta que no metía diez canastas seguidas. Bueno, estaréis pensando que tampoco es nada del otro mundo, pero el truco esta en que el balón no podía tocar el aro. Si lo rozaba lo más mínimo, vuelta a empezar.¡Ni os cuento las veces que metía 20,30,40 seguidas, pero en la octava, el balón había tocado un poquito el maldito aro!
Estamos jugando contra la toda-poderosa UNLV de Larry Johnson, Greg Anthony, Stacey Augman y Hunter. Chris sale de un carretón por la línea de fondo, recibe el balón en la línea de tres y se levanta para realizar el tiro. Hay un problema, Greg Anthony le ha defendido a la perfección y le va a poner un tapón de espanto, la reacción natural de cualquier jugador sería intentar bombear un poco más el tiro para eludir el gorro, o intentar el pase a un compañero, que casi siempre suele terminar en perdida; pues el bueno de Chris, en milésimas de segundo, decidió tirar el balón al antebrazo de Anthony, aterrizar para volver a levantarse, coger el balón, y meter el triple ante un Anthony totalmente desconcertado.
A día de hoy, es la jugada más impresionante que he visto, porque requiere una toma de decisión rápida y precisa en milésimas de segundo, cuando las pulsaciones del corazón y el ambiente en la cancha no lo permiten.
Con el paso del tiempo, me he dado cuenta que la misma enfermedad que le permitió tener ese tremendo grado de constancia y trabajo para convertirse en un jugador tan especial, terminó quitándoselo por el empeoramiento de la misma. La medicación que tuvo que empezar a tomar en la NBA le causó sobrepeso, quitándole rapidez y causándole secuelas que forzaron su retirada prematura. Aun así, le dio tiempo a meter más de 50 puntos en varias ocasiones, demostrando que cuando estaba sano, nadie en el mundo le podía parar.
Chris Jackson es un perfeccionista. Chris busco en el baloncesto, desde muy pequeño, un sueño que tras largas horas de repetir una y otra vez los fundamentos del basket hasta tenerlos totalmente dominados, le convirtieron en una leyenda del baloncesto universitario.
Chris Jackson y aquel gran duelo ante Michael Jordan
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