Llegué a Huesca en el verano de 1990, 18 años recién cumplidos y segundo base de un equipo con algún que otro veterano… pero el más ilustre sin lugar a dudas era un californiano mormón afincado en Utah, Brian Jackson.
Con 13 años ya lo veía jugando por la “tele” con el Real Madrid, y ahora iba a ser compañero de equipo. Si viéndolo por la “tele” ya me parecía bueno, jugando a su lado aún me parecía mejor ¿Que por qué era tan bueno Brian Jackson? La pregunta puede tener muchas y variadas respuestas, pero la que creo que resume mejor todas ellas es que todo lo hacía fácil. No se complicaba la vida lo más mínimo. Tan sólo le bastaba una finta de salida para ganarle unos centímetros su defensor, espacio más que suficiente para armar su tiro. Casi nunca necesitaba más de uno o dos botes para poder levantarse con un mínimo de espacio y encestar, parecía muy fácil cuando se lo veías hacer a él, no tanto cuando lo intentaba cualquier otro…
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Recuerdo que después de los entrenamientos siempre se quedaba un buen rato haciendo sesiones de tiro. Me hacía quedarme a mí (el más joven del equipo…) para pasarle balones y acabar jugando 1 contra 1. Supongo que en este trabajo, como en cualquier otro, el trabajo, la constancia, el tesón, el empeño, la perseverancia o como lo queráis llamar, junto con el talento natural que tienen muchos jugadores, tiene gran parte de culpa del éxito o fracaso de tu vida profesional. A Brian Jackson le sobraba mucho de las dos cosas… trabajo y talento.
Una de las cosas que considero importantes para que un jugador extranjero triunfe durante tantos años es la integración con el país, con el idioma, con la ciudad donde juega y por supuesto con sus compañeros. Un día en el vestuario, después de un entrenamiento, hasta oí “discutir” en castellano a Brian y Granger. Cualquiera que haya compartido vestuario con muchos jugadores americanos sabe de lo extraño de la situación. Además Brian nunca fue un jugador pesetero.
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También recuerdo su especial habilidad para saber donde colocarse cuando en muchas de mis penetraciones a canasta estaba a punto de “comerme” el balón. Entonces siempre aparecía en una esquina de la cancha… con la suficiente ventaja para poder recibir el pase y tirar antes de que yo me estrellara contra la defensa y salvarme así de la bronca de mi entrenador que en esa época era Iñaki Iriarte, del que guardo un gran recuerdo. Esa jugada tenía un 70% de posibilidades de acabar en canasta, el 30% restante cogía el rebote Granger Hall y la metía “pa bajo” sin contemplaciones. Era un jugador inteligente al que le gustaba la responsabilidad del último tiro, de esos nunca ha habido muchos. Fueron los mejores años de baloncesto en Huesca con una pareja de americanos irrepetibles.
Agradecimientos a la Fundación Pedro Ferrandiz
TODOS LOS ARTÍCULOS DE LA SERIE:
¿Por qué era tan bueno Nate Davis? Por Anicet Lavodrama
¿Por qué era tan bueno Mahmoud Abdul Rauf (Chris Jackson)? Por Mike Hansen
¿Por qué era tan bueno Clarence Kea? Por Felipe Coello
¿Por qué era tan bueno Brian Jackson? Por Iván Pardo
¿Por qué era tan bueno Mike Schlegel? Por Anicet Lavodrama
¿Por qué era tan bueno Granger Hall? Por Iván Pardo
¿Por qué era tan bueno Audie Norris? Por José Luis Galilea
¿Por qué era tan bueno Epi? Por José Luis Galilea
¿Por qué era tan bueno Walter Berry? Por Quique Ruiz Paz
¿Por qué era tan bueno Juan Antonio Corbalán? Por Quique Ruiz Paz
Zeljko Pavlicevic, cuéntame ¿Por qué era tan bueno Toni Kukoc?
Juan Méndez, cuéntame ¿Por qué era tan bueno Carmelo Cabrera?
Zeljko Pavlicevic, cuéntame ¿Por qué era tan bueno Drazen Petrovic?
¿Por qué era tan bueno Nacho Suárez? Un guiño al jugador total