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Glosaba Francisco de Quevedo aquello de "Erase un hombre a una nariz pegado….". El bueno de Lew Alcindor/Kareem Abdul-Jabbar lo fue a unas gafas protectoras después de sufrir varias embestidas de sus rivales. También al arma ofensiva más mítica del baloncesto. El pívot de Harlem (1947) rediseñó este lanzamiento convirtiéndolo en mucho más inexpugnable a la par que plástico. Un adorno basdo en el arte de la velopoietica para evitar los amenazantes tapones de los gigantes de la época. Sólo unos pocos (Chamberlain, Gilmore…) lo consiguieron. Erase un gancho pegado al cielo.

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